Dim, “matices” de otro campeón

Por: Amado Hernández Gaviria

Socio ACORD Antioquia

Ganar o perder. Aquí podría sintetizarse la historia. Quienes valoran todo en términos de blanco o negro, quizás ganar o perder es la síntesis del fútbol. O de cualquier deporte. O de la vida. Sin embargo, esta visión bipolar impide contemplar matices. Y ¡cuánta belleza hay en estos! También, verdad.

Independiente Medellín se quedó corto en la remontada. Atlético Junior, por un gol, fue campeón.

Aquí, pienso en lo dicho por Walt Whitman cuando preguntaba sobre quién tiene más mérito: el guerrero que va a la batalla, la gana y vive. O el que va, la pierde y muere. Esto, a pesar de que ambos fueron movidos por la misma valentía y noción de honor.

¿Quién? ¿A caso será inferior quien pagó con la vida su ‘derrota’?

Matices, matices, matices. En los sistemas de producción, sobre todo en el capitalismo, se prioriza el resultado. Y desde que el fútbol se concibió como tal, extraña industria, los “matices” se han ido desvaneciendo bajo una tendenciosa óptica de devaluación. Los términos medios no importan.

¿Qué ganó la hinchada del Medellín este domingo así el trofeo haya viajado para Barranquilla? ¿Mucho? ¿Nada?

En el cemento, el seguidor le apostó a la fidelidad, al sentimiento, a la esperanza, a la solidaridad –la derrota en la “Arenosa” había sido una calamidad- y a la hazaña, así estuviera vestida de utopía. Y en esto, que no es cuantificable, que es intangible, la parcialidad roja ganó. También su equipo.

¿Vas a la grada a qué? Si nos fijamos en los “matices”, a sentir. Eso es, sentir. Lo que equivale a vivir. El deporte recupera su valor lúdico cuando logra generar vibraciones, pulsaciones, cuando le da estrujones a la imaginación y por un instante el hincha migra a dimensiones de gozo. Y también de sufrimiento. ¡Qué hermoso masoquismo!

¿Quién niega que el domingo hubo sentimientos batiéndose por doquier en el Atanasio y sus contornos? Gritos de frenesí. Abrazos junta corazones. Ilusionarse es una actividad que diviniza.  Y todo esto atravesó y bajó del cemento rizado a la gramilla. E influenció a los que estaban allí.

Un gol de diferencia determina quien es campeón, y quien no. Ahora, desde los “matices” ¿ese gol de diferencia puede definir lo inconmensurable que hay en la agonía de los jugadores de Junior cuando sus pares del Dim los arrinconan contra la pared de la inminente hazaña? ¡No! ¿O medir el vigor de la arremetida lanzada por el Rojo y la dignidad de su actitud? ¡No! ¡No, del todo!

En este contexto, Junior fue campeón. Pero también el Dim. O ¿estaba equivocado Whitman en su axiomático interrogante?

El fútbol no es blanco, exclusivamente. Tampoco negro. Es blanco. Es negro. Y en medio, todos los tonos que en orden o de forma abigarrada puedan emerger. Ganar, obvio. Perder, por supuesto. Y entre lo uno y lo otro, un universo de “matices”.  En síntesis, otra verdad.

Foto cortesía José Luis Ospina

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