“Tu noble cuna fue la montaña”

Por: Santiago Rendón – Capítulo Universitario

Antioquia es una tierra bendecida por las gestas deportivas: vio nacer al legendario Cochise Rodríguez, a la única bicampeona olímpica del país, a la reina del salto triple y a Ximena Restrepo, aquella mujer que marcó un hito nacional en los Olímpicos de Barcelona.

Esa historia de alegrías antioqueñas se complementa con un nombre que hace 105 años se escuchó por primera vez en una tierra donde las montañas engalanan los paisajes: Deportivo Independiente Medellín. El 14 de noviembre de 1913, Alberto Uribe Piedrahita y sus socios materializaron el sueño de darle a la ciudad un equipo profesional, que bajo el seudónimo de “Medellín Foot Ball Club”, comenzó a disputar campeonatos amateurs y a ‘evangelizar’ aficionados.

Pasaron muchos años hasta que llegó la época del profesionalismo en 1948. Antes de eso, el elenco antioqueño alzó ocho veces el título del Campeonato Nacional Amateur y fue óctuple campeón de la Liga Antioqueña de Primera División. Después llegó el fútbol profesional y con él la ‘Danza del sol’, los dos primeros títulos, la sequía de 45 años, las semifinales de Libertadores, la vuelta ante el rival de siempre y un sinfín de anécdotas que surgen tras más de un siglo de experiencias, goles, dificultades administrativas, ilusiones y campeonatos.

Y en tantos años de ires y venires, fueron muchos los nombres que se anclaron a la historia poderosa y que dejaron un legado que aún conservan las nuevas generaciones: José Manuel Moreno se hizo el referente de todos, José Vicente Grecco marcó más goles que ningún otro, Ricardo Calle y David González fueron tricampeones, Leonel Álvarez se convirtió en el técnico más laureado y otros tantos, con o sin títulos, con o sin récords, quedaron grabados en la memoria de la afición y entregaron una parte importante de sus carreras en pro de una causa centenaria.

Pero, por encima del palmarés y las glorias que defendieron los colores, la sociedad en general (desde periodistas y futbolistas hasta fanáticos del deporte) coinciden en que lo más admirable del DIM es su hinchada, la misma que acogió a su equipo como un regalo de la vida y que ante cada golpe reinventa su romance bajo el emblema de la fidelidad:

“Son pasión, son amor y respeto”, afirmó Bréiner Castillo, el portero que llegó al club en 2010 y que hace poco anunció su retiro del fútbol profesional. Justamente, ‘Brecas’ agradeció el cariño que la afición le brindó cuando arribó en el cuadro antioqueño y felicitó a quienes desde la tribuna son “el bastión más importante del Medellín”.

Uno que llegó al club desde más lejos, justamente de la tierra del tango, fue Rodrigo Riep, quien militó en el DIM entre 2005 y 2007, tiempo en el cual escuchó su nombre en las tribunas del Atanasio: “Colombia es un país muy futbolero; aunque en Argentina lo vivimos con una locura desenfrenada, Medellín es una ciudad 100% futbolera y la verdad es que tengo los mejores recuerdos, las mejores sensaciones de lo que es el fútbol en el Atanasio, los hinchas son muy fanáticos, hay un conjunto de cosas que hacen que todo sea espectacular”.

“A las instituciones las forman los hinchas, aunque sean de un dueño y cien mil socios, se forman con el corazón de la gente en la calle,  en el estadio, en lo que dejan los futbolistas. Mis mejores deseos para el DIM, mi familia y yo los queremos mucho, mi corazón siempre va a estar ahí, les mando un abrazo grande y espero que lleguen más alegrías de las que ya tenemos”, culminó el argentino.

Y cuando se habla de la historia del Medellín hay nombres inevitables de mencionar, como es el caso de Mauricio Molina, un futbolista que jugó en ocho países, lo cual le da el criterio para comparar a la afición antioqueña con el resto del mundo: “el amor del hincha del DIM, su pasión enfermiza y su sentimiento son cosas difíciles de explicar. Eso no lo viví en ningún otro lado, el cariño de la gente por el club es especial”.

“Yo lo único que tengo para el Medellín es agradecimiento por haberme dado la oportunidad de pertenecer a esa historia, de haber salido campeón en dos ocasiones, de relanzar mi carrera cuando era necesario y de haber dejado huella en un club tan antiguo”, cerró ‘Mao’.

En todo lo anterior se resume la historia del Independiente Medellín: una institución que ya sumó seis estrellas a su firmamento, jugadores que dejaron marca por sus diferentes maneras de mostrar entrega en la cancha, una hinchada que ya tocó el cielo y el infierno de la mano del amor de su vida, y una serie de escritos que oscilan entre lo poético y lo místico, porque al fin y al cabo 105 años del DIM equivalen a 105 capítulos de fútbol, un deporte que solo se puede contar a través de los ojos de quienes miran con amor el rodar de un balón.

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