1993 – Argentina 0-5 Colombia
La monumental goleada que llevó a la Selección Colombia a la cima del fútbol (y la gran caída que sufrió después)
Por Jose David Chalarca Suescum
La Selección Colombia lideraba el grupo A de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial de 1994. Venía de una campaña invicta, concediendo pocos goles y conquistando las plazas de Lima, Asunción y Barranquilla. Tras golear a Perú 4- 0 de local, Colombia tan solo necesitaba sumar un punto (¡tan solo uno!) para conquistar uno de los 24 cupos directos al Campeonato Mundial de Estados Unidos. Esta vez, el rival era Argentina, y solo quedaba una sede por conquistar: El Monumental.
Para los argentinos, conscientes de la exigencia del encuentro, y sin su máxima estrella, Diego Armando Maradona, la tensión se vivió al máximo. Por eso, en un intento por ocultar sus deficiencias y la falta de su referente, la primera estrategia para ganarle el partido a una Selección Colombia con buen fútbol, pero “sin historia”, era precisamente hablar de la última, porque como todos saben, tanto argentinos y uruguayos son expertos en sacar de las casillas a los jugadores.
Los medios argentinos fueron los principales difusores del miedo, acompañados por las barras bravas y los jugadores albicelestes. “Vamos a demostrar que Argentina es mejor”, cantaban en Radio Rivadavia y unas cuantas emisoras de radio.
Maradona, también picante defensor de la historia, salió a decir en los medios: “Ellos no pueden romper la historia, ellos no deben romper la historia, nosotros los argentinos debemos seguir históricamente como estamos: Argentina arriba y Colombia abajo”. El defensor Oscar Ruggeri, siguiendo a su capitán y compañeros, expresó: “Yo he jugado dos finales del mundo y no he visto a Colombia al frente. También he ganado dos Copas de América y Colombia no ha estado ahí”.
El show mediático seguía mientras jugadores albicelestes como Néstor Gorosito pedían abiertamente la entrada de las barras bravas en el juego. Y así fue. Al llegar el equipo colombiano a suelo argentino, las barras bravas, dispuestas a apoyar la difusión de miedo, hostigaron a varios de los jugadores en Ezeiza. “Narcos”, “No le han ganado a nadie”, gritaban cuando bajaban Carlos ‘El Pibe’ Valderrama y otros referentes del equipo.
Tan solo hubo una pizca de la prudencia, y fue por parte de Goycochea y otros jugadores de bajo perfil: “han sobredimensionado demasiado al equipo colombiano. La verdad es que más de un argentino está temblando de miedo hace mucho rato”. Tras varios días antes del encuentro, los medios argentinos hablaron, incluso, de una posible amenaza de bomba en la concentración de Maturana y los jugadores.
El caso es que se vivía una gran expectativa por el encuentro: Basile vs Maturana, ‘El Coco’ Vs. ‘Pacho’, la gran Argentina Vs. la pequeña Colombia. O al menos eso es lo que decían los diarios.
La Selección Colombia mantuvo un perfil bajo durante su estadía en Buenos Aires, mientras los medios colombianos respondían (mejor: reaccionaban) a las declaraciones argentinas. Hablaban de “profanar” el templo del fútbol argentino, “realizar la hazaña” y “jugar sin historial”.
Todos los medios dedicaron numerosas páginas, emisiones y programas a intentar analizar el encuentro: antecedentes, equipos, resultados y pronósticos. Se convencían que los futbolistas argentinos siempre se han destacado en las canchas del mundo, pero Colombia ha ido creciendo en su campeonato local, cambiando la mentalidad de los jugadores e incentivando la competencia, hasta el punto de ser goleadores en la propia liga argentina.
Hablaban de una igualdad de condiciones, al menos en cuanto a juego, y que una victoria del uno o el otro ya no es escándalo. Algunos, por supuesto, más hinchas que analistas, ya daban por hecha la clasificación y pronosticaban resultado favorable contra los argentinos.
En los días previos al esperado encuentro, como era de esperar, Maturana prefirió no hablar de virtudes y defectos de Argentina, mientras que Basile intentó incitar al público contra Colombia y convencerlo de alguna posible hazaña en El Monumental.
Se hablaba por esos días de un esquema sencillo: que la misma línea defensiva con dos volantes recuperadores, que Barrabás y Leonel o (Carepa y Harold Lozano si era el caso), que Valderrama con Rincón y Asprilla retrasados, y arriba el “Tren” …Pero al final todas las emisiones terminaban diciendo: “Que sea lo que Dios quiera”.
En todo caso, había que esperar si lo que afirmaba Maradona era cierto, eso de que “el futbol se gana con la historia”, o si, por el contrario, se hace historia jugando.
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La última vez que se midieron Argentina y Colombia en la cancha de River fue el sábado 11 de junio de 1987 por Copa América (2-1 a favor de Colombia).
El árbitro designado para el encuentro fue el uruguayo Ernesto Filippi. Los argentinos, esperando la cooperación de su gran compatriota del Río de la Plata, lo presionaron a través de la AFA para favorecer a la albiceleste. La realización de esta humilde gestión fue promovida, en parte, debido a la expulsión de dos gauchos y al técnico en el partido contra Paraguay, y por otra, para asegurar la victoria contra el equipo cafetero. Dicha presión fue dirigida por Julio Grondona, presidente de la entidad durante 35 años, quien hubiera muerto por pitar él mismo si pudiera.
El caso es que los antecedentes del partido en la era Maturana- Gómez eran favorables para Colombia. Varios jugadores repitieron de aquel partido de 1987: Luis Fernando ‘Chonto’ Herrera, Luis Carlos Perea, Gabriel Jaime ‘Barrabás’ Gómez, Leonel Álvarez y Carlos ‘El Pibe’ Valderrama. Mientras que, por el lado argentino, solo se mantuvieron Ruggeri; el resto, afuera.
Para ser más precisos, Colombia se alineaba de esta manera:
- Óscar Córdoba; Luis. F. Herrera, Luis C. Perea, Alexis Mendoza; Wilson Pérez, Leonel Álvarez, Gabriel Gómez; Freddy Rincón, Carlos Valderrama, Faustino Asprilla; Adolfo Valencia.
Mientras Argentina se proponía defender su casa de la siguiente manera:
- Goycochea; Saldaña, Ruggeri, Borelli, Altamirano; Zapata, Simeone, Redondo, Leo Rodríguez; Medina Bello y Batistuta.
El Espectador. Domingo 5 de septimbre de 1993. Así vivían la previa del encuentro los medios locales. Incluso antes del sorpresivo resultado, ya lo catalogaban como
“el más importante partido de su historia futbolística”.
Entre los partidos del grupo A, Perú enfrentaba a Paraguay, en Lima, y Colombia visitaba a Argentina, en Buenos Aires. Tanto guaraníes como argentinos tenían posibilidades de avanzar. El único problema para Paraguay era que dependía de Colombia, mientras que Argentina, mucho peor aún, dependería de sí mismo.
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Mauricio Silva, escritor del libro 5-0, contó que un día antes del partido, ‘Pacho’ Maturana no habló de tácticas ni estrategias, sino que confió en la simpleza del juego del ‘bobito’ para prepararlos, pero surgieron imprevistos durante los entrenamientos y a pocas horas del partido.
“Luego le tocó a Leonel y él, que se tomaba y se toma todo tan en serio, se tiró en plancha, como en un partido de verdad, con tan mala suerte que lesionó en el tobillo a ‘El Tren’. Recuerdo que ‘Leo’ lloró pidiéndole perdón a Adolfo, quien, de verdad, quedó jodido. Esa es otra que no saben los colombianos: que él jugó el partido lesionado, de puro varón”, recordó Óscar Córdoba en el libro de Silva.
Y sí, por si fuera poco, el día del juego, el médico de la selección de entonces, Carlos Álvarez, bajó a la mesa anunciando que ‘El Tino’ Asprilla estaba enfermo. Menos mal Álvarez, aún con algo de tiempo antes del encuentro, le inyectó un suero para la fiebre, al menos para que intentara jugar…y lo que jugó.
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El partido arrancó sin más contratiempos de los esperados, pese a que ambos equipos llegaron con mucha tensión al campo de juego. Desde el principio Argentina atacó con precaución las líneas colombianas porque reconocía en Colombia un rival de calidad. La cuestión era solo aguantar la avalancha inicial albiceleste, que les quitó el balón a los colombianos y los atacó con velocidad, al menos hasta la aparición de los volantes colombianos.
Argentina gravitaba impotente en la mitad del campo. Con el pasar de los minutos, Gómez y Leonel empezaron a quitar balones en la mitad de cancha y lo entregaron sin desesperarse a Rincón y Valderrama. El ‘Tren’ Valencia también comenzó a inquietar y a desordenar a los zagueros centrales. Sin embargo, la tranquilidad la trajo ‘El Pibe’, quien manejó los tiempos del partido en la mitad de campo rival. ¿Dónde estaban Redondo, Simeone y el resto de jugadores argentinos? persiguiendo el balón, atado a los pies del volante que se mecía con su imponente melena rubia.
20′
Colombia pudo realizar lo tradicional en su estilo y todos los balones le llegaron al ‘Pibe’. A pesar de los cánticos, a pesar de la presión inicial, el juego de Argentina fue perdiendo intensidad y Colombia impuso las condiciones. El estadio que vió a Argentina Mundial del 1978 se tuvo que tragar las arengas e improperios. Empezó el silencio.
41′
Un pase del quilométrico Valderrama rompió las líneas defensivas argentinas y encontró a Freddy Rincón, a espaldas del central izquierdo y su lateral, y ‘El Coloso de Buenaventura’ dejó en el camino al arquero Goycochea. La celebración no se hizo esperar y todos corrieron a abrazarlo, pues con ese tanto Colombia se iba al descanso con la victoria parcial, pero aún sin sospechar, que el segundo tiempo sería para nunca olvidar, que comenzaría a marcar y a cambiar la historia de nuestro fútbol para siempre.
Desde el inicio del partido, futbolísticamente hablando, el aporte fue de un solo equipo: Colombia. Muy por encima del primer tiempo, los 45′ suplementarios fueron la demostración del fútbol total: defensas firmes y fuertes; volantes de recuperación atentos a los delanteros; volantes creativos descifrando el juego y apareciendo con sorpresa; y delanteros veloces desgastando a sus rivales con habilidad.
50′
El segundo tiempo comenzó como terminó. Faustino Asprilla no había tenido mucha suerte en el primer tiempo frente a Goycochea, pero Maturana sabía que jugadores como ‘El Tino’ siempre hay que mantenerlos en la cancha, ya que, en tan solo cinco minutos de la etapa complementaria, Asprilla recibió un balón cruzado de Rincón, y marcó el segundo gol de la Selección Colombia en una gran jugada individual.
74′
Seguía el festival de goles tricolor. Desde su propio campo hasta la raya, un ‘Tino’ Asprilla con confianza —y desatado — abandonó rivales en el camino, y con la pelota atada al pie, desbordó toda la raya izquierda hasta mandar un centro al área. A pesar de que la jugada fue rechazada por los zagueros argentinos, Leonel Álvarez, convirtiéndose en atacante, cazó el rebote y se jugó la individual para mandar nuevamente un centro y encontrar a Freddy Rincón, quien se encargó de silenciar El Monumental.
Valderrama dominaba la mitad de cancha. Después del 3-0 los comentaristas argentinos se preguntaban: ¿no habrá otra manera de marcar a Valderrama? Y otros le respondían: No, la única sería que lo hubieran dejado en Colombia.. La emoción contraída por muchos colombianos en el Monumental, debido al temor de represalias argentinas, se fue disminuyendo con el pasar de los goles, y al final terminaron abrazados con quienes los habían hostilizado.
76′
Golazo de antología. Otra vez el ‘Tino’, sí, otra vez el ‘Tino’, quien le robó una pelota a la defensa, y con la velocidad de una pantera, corrió hacia la portería defendida de Goycochea, y definió por arriba, ante el asombro de los argentinos.
Cuando ya Colombia casi había sentenciado el partido, los argentinos se asustaron porque con el empate paraguayo a dos goles, y la goleada sufrida hasta ese momento, estaban a un paso de no ir al repechaje. Hacía frío en Buenos Aires.
86′
Cuentan las malas lenguas, entre otros, la de Mauricio Silva, que, por estos minutos del encuentro, Diego ‘El Cholo’ Simeone, volante encargado de repartir patadas a los colombianos, fue a disputar en el aire un balón con el Adolfo Valencia, y malintencionado, le propinó un codazo de directa al atacante tricolor. ‘El Tren’ cayó con la boca ensangrentada, tras reventarse el labio inferior, y pese a que la primera reacción de Luis Carlos Perea y Wilson Pérez fue ir a presionar a Filippi, Gabriel ‘Barrabás’ Gómez, zorro experto y abogado del diablo, le habló al árbitro uruguayo y le pronunció estas palabras mágicas:
“No lo vaya a echar, señor juez. No lo vaya a sacar del partido, porque después dicen que les ganamos porque tenían solo diez. No nos vaya a hacer eso”.
Pero la respuesta del árbitro a Gómez, tal vez con la camiseta uruguaya, o mejor, sudamericana, fue tan barrial como histórica (ya sabemos cómo les gusta la historia a los argentinos):
“No lo echo, pero háganles otro gol a esos hijos de p…”.
Y así fue. Esta vez Faustino Asprilla se transformó en Carlos el ‘Pibe’ Valderrama y habilitó, en medio de dos centrales argentinos, a Carlos ‘El Tren’ Valencia, para anotar el gol de la victoria monumental, y cerrar la portada de los diarios. Los argentinos solo imploraban que Perú mantuviera la igualdad para disputar el repechaje contra Australia. La felicidad era total.
El 5-0 sobre Argentina se robó la portada de medios locales, regionales, nacionales e internacionales. El Colombiano, lunes 6 de septiembre de 1993.
Los minutos avanzaron a la velocidad del ‘Tino’ Asprilla. Batistuta siguió imponente hasta el final ante un gran Óscar Córdoba, quien cabe mencionarlo, demostró su grandeza, especialmente en dos remates con destino a portería. “Es líbero, es arquero, es todo”, repetían los analistas argentinos rendidos ante todo pronóstico.
El consuelo: alcanzó la clasificación para el repechaje contra Australia, o como dijo en su momento el periodista Óscar Domínguez, para ir a hacer el amor con los canguros.
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Con el pasar de los minutos, la silbatina argentina se convirtió en aplausos. La tribuna homenajeó a Colombia de pie, aunque Maradona reprochó los aplausos después. Goles, mejor dicho, golazos de antología, llovieron en El Monumental. Hasta César Gaviria, presidente en su momento, sin saber, a lo mejor, mucho sobre deporte, aseguró que este hecho partiría en dos la historia futbolera de la nación. “Que ya no les faltan centavos para el pelo, sino que le sobran goles”, repetía tras la pantalla, mientras en Lima, a Paraguay le faltaba un gol para clasificar. Pobrecitos.
Todos asombrados de diferentes maneras: con amargura, tristeza, varios intratables, picantes, pero casi todos desconcertados. No caben todas las reacciones. Fue un orgasmo mental solo perceptible por los jugadores e hinchas dentro de la cancha. Pero cualquier caso, una de las alegrías más desbordadas de las que se tiene recuerdo, por insospechada, por la estremecedora diferencia y rebeldía en el marcador, por los ricos antecedentes del encuentro y otros elementos que lo convirtieron en un día que se ha conmemorado por casi 30 años.
La victoria de Colombia significó su tercera clasificación a un Mundial (62, 90, y 94). Se convirtió en la sexta selección que participaba del mundial, detrás del anfitrión, Alemania, México, Grecia y Rusia.
El equipo de Carlos Valderrama clasificaba de esta manera al Mundial de Estados Unidos, mientras Argentina, bicampeona de América y con más de 30 partidos sin perder, se hundía en la incertidumbre de un repechaje contra Australia, y soltaba un lagrimón contra los que vieron descansar eternamente a Carlos Gardel. Mejor lo citó también en su momento Domínguez: “Cuando uno no escribe la historia, está condenado a que se la escriban”.
Para algunos argentinos, en especial para el ‘Coco’ Basile, fue el día más triste de su vida. Ruggeri reconoció que el “olé” que coreó la gente estuvo bien, que no hicieron nada, y lo que alcanzaron a hacer, lo hicieron mal. También Grondona reconoció la superioridad con tristeza: “¿Cómo no me va a doler esta derrota?” Mientras tanto, Clarín y Gráfico sacrificando no menos de 400.000 copias anunciando la paliza sufrida. “Y quiso el destino que en ese mismo instante haya encontrado enfrente a un equipo tan sencillo como brillante, tan práctico como conmovedor”, escribía un cronista argentino en Clarín.
Así titulaba la noticia El Gráfico, una de las revistas más leídas en Argentina, con circulación semanal desde el año 1909 hasta 2002. Los medios argentinos
titulaban el hecho entre la “vergüenza” y la “humillación”.
Era una derrota trágica porque el fútbol para los argentinos se volvió una cuestión de Estado. Ganaron dos mundiales (1978, 1986) y eran los reyes del continente. Por eso, concebir la peor derrota de su historia como local, era inconcebible.
Al principio nadie entendió la dimensión de lo sucedido, tan solo recién en el camerino los jugadores colombianos empezaron a mostrar la mayor alegría del mundo, a entender que era el momento de mayor gloria del fútbol colombiano (muchos aún aseguran que lo sigue siendo), pero toda felicidad siempre es a medias porque con ella, llegó el inicio de la debacle.
Ante 65.000 espectadores, la Selección Colombia cerró su participación en las eliminatorias rumbo a USA 1994. Y no era para menos: Colombia clasificó sin conocer la derrota, con 13 goles a favor y tan solo 2 en contra, liderando el grupo A. De hecho, en la embriaguez de la victoria, el propio Maturana dio su propio escalafón de selecciones favoritas para la Copa, poniendo a Colombia en el primer lugar, segundo Alemania y tercero Italia. Era tan solo el inicio de una historia de excesos, conflictos y desconcentraciones.
Mientras los medios de comunicaciones locales dedicaban la gran mayor parte de sus titulares a la noticia, lo catalogaban como “lo más grande”, y lo engrandecían aun más con palabras como “locura” y “humillación”, el Mundial de 1994 se acercaba.
Gustavo Alberto ‘El Tato’ Sanín, periodista y relator colombiano, recuerda que fue una victoria contra el ego argentino, contra el buen fútbol albiceleste. Un país que ha nutrido nuestro balompié, pero le costaba reconocer que ahora se nutría de nuestros jugadores. Aún recuerda la imagen de Diego Armando Maradona en el costado norte, parte alta, desgarrado por dentro. “No me va a alcanzar la garganta. Va a pasar mucho rato para volver a narrar una Selección como esa, que lograra algo parecido”.
Sanín está agradecido con Maturana y Bolillo, la dupla de oro que cambió la mentalidad del jugador colombiano, y le hizo creer que podía ser un ganador. Lo considera uno de los hechos más importantes a nivel deportivo, comparable con el 4-4 contra la URSS o el gol de James Rodríguez a Uruguay.
Aunque un poco más sobrio, Jhon Jaime Osorio, periodista deportivo y escritor, también lo recuerda como un día emotivo y tenso, ya que trabajaba para el noticiero regional de Antioquia, y las emisiones especiales se alargaron, pasaron de una hora a dos horas de manera impredecible. No lo considera como uno de los hechos más importantes a nivel deportivo, aunque sí el más emocional.
Al regreso a la capital, El Colombiano y varios medios más calificaban a los jugadores colombianos de héroes. Los medios se encargaron de engrandecer la
fiesta y la embriaguez por la victoria durante varios días.
Sin embargo, aquellas brillantes horas de la Selección Colombia fueron a la vez la antesala de un fracaso igual de inesperado.
En ese año, Valderrama fue coronado como “Rey de América”, la tradicional distinción hecha por los periodistas del continente, el controversial Asprilla llegó a decir que se convertiría en el goleador de la Copa del Mundo, y Óscar Córdoba le confesó al mundo que creía que podía ser el mejor arquero de la competición.
Así, de la noche a la mañana, Colombia se convirtió en uno de los grandes candidatos a ganar el Mundial de Estados Unidos del siguiente año, favorecido por el triunfalismo de la prensa, los jugadores y los propios colombianos. Pero el colmo de la embriaguez sobrepasó los límites después de que el gran Johan Cruyff, Franz Beckenbauer, y hasta el mismo ‘O Rei’ Pelé, dijeron que la selección liderada por Valderrama era uno de los favoritos para ganar el torneo.
“Colombia campeón”, se escuchaba en las calles y no eran pocos en este país los que creían de verdad que había llegado el momento de la hazaña mayor en la Copa del Mundo.
Además, por si fuera poco, para nuestra dañada imagen, según Mauricio Silva, varios directivos de la Selección, políticos, periodistas y ciudadanos rumbearon con el mágico derroche de dinero, proveniente del narcotráfico, para celebrar la gran victoria deportiva.
“Todos, jugadores y resto del país, perdimos la chaveta y empezamos a celebrar el título que no nos habíamos ganado”, explicó a BBC Mundo el periodista Alberto Salcedo en su momento, a propósito de aquellos meses de optimismo desorbitado. “Eso le pasó a aquella maravillosa selección de 1994”, concluyó.
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Tras el bullicio del quinto gol, se escucharon disparos como si fuera una premonición del desastre que se venía. Un festejo desvestido por la tragedia ratificó el mal presagio, pues esa noche fallecieron, según cuentan los registros policiales, entre 79 y 85 personas en Colombia, y hubo alrededor de 900 heridos.
La enorme goleada, que elevó la autoestima del país a niveles insospechados, fue incapaz de neutralizar ese viejo conocido de nuestra historia: la violencia. Cuando se produjo aquel 5-0, el país llevaba ya cuatro décadas padeciendo el conflicto armado y casi veinte años de narcotráfico.
Y como los carteles de droga se repartían el negocio, entre aquella goleada sobre Argentina y el inicio del Mundial de EE. UU 1994, Pablo Escobar murió a balazos, y el Cartel de Cali se quedó con el negocio de la cocaína de Pablo. La influencia del nuevo Cartel era tanta que los principales capos de la organización lograron tener frente a frente a varios miembros del equipo para ofrecerles impensadas sumas de dinero por llevarse la Copa del Mundo.
Mientras los días transcurrían envueltos en embriaguez, ambientes desafortunados y promesas peligrosas, la Selección Colombia jugaba más partidos de exhibición que de preparación.
“Partidos en Arabia Saudita y en Miami, patrocinadores, turistas, billete. Todos se creyeron el cuento”, recuerda Silva en su libro.
El 18 de junio de 1994 Colombia empezó su debut con derrota ante la Rumania de Gheorge Hagi en el Estadio Rose Bowl de Los Angeles. Más tarde, para el segundo partido contra el anfitrión, Maturana y Bolillo ya habían recibido amenazas para no colocar a Gustavo “Barrabás” Gómez. Una amenaza era demasiado por un partido, entonces al final ‘Pacho’ se decantó por “Carepa” Gaviria, pero lo que nadie esperó fue la tragedia de Andrés Escobar. Un autogol que se llevó una vida. Tan solo por un autogol lo mataron. Y el futbol lloró, y lloró, hasta nunca parar de llorar.
Como era de esperarse, no le alcanzó a la Selección Colombia para pasar de ronda, pese a cerrar su participación con triunfo ante Suiza. No le alcanzó ni para clasificar como mejor tercero. Se fue rápido a casa.
“Se va el campeón, se va el campeón… se va para Barranquilla”, titulaban con ironía desde Buenos Aires. Y lo teníamos bien merecidos.
Y la violencia volvió todavía más dolorosa la derrota cuando asesinaron a Andrés Escobar. Su muerte terminó por expiar la embriaguez, los excesos y los caprichos de toda una generación, hasta convertir uno de los episodios más gloriosos de la historia de nuestro fútbol, en uno de los más lamentables de nuestra historia.
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