QATAR 2022 – Día 9 Más verdadero que lo real

Por: Julián Ochoa

Agencia Informativa Acord Antioquia 

Mientras me quito este mameluco y esta liviana escafandra, les cuento mi experiencia al ver… al sentir mi primer partido de fútbol en suprarrealidad instantánea.

Debo admitir que, obvio, fui parte de un programa de demostración porque se calcula que la experiencia podría costar 26 mil dólares mientras se masifica.

La preparación fue dispendiosa. Además del aprendizaje de comandos y posibilidades, la inmersión requiere una memorización de movimientos y posiciones corporales.

La advertencia de no poder alterar la realidad es condición difícil en este programa de ominipresencia virtual y total sensorialidad. En este caso, en el partido Brasil 1 – Suiza 0.

Entrar a la pequeña cabina, sentir la oscuridad total, la gravedad cero y el silencio absoluto fueron el paso a la inmersión a lo que pasó hoy, pero que pareciera de futuro fantástico.

Quise empezar por el “flyer”, comando que me pone a 100 metros del estadio 974 de Doha y en posición “Supermán” me permite volar afuera y por cada tribuna.

Cuadré mis oídos para percibir los originales por el izquierdo y la traducción por el derecho, a más de activar los sensores de olores, temperatura, humedad y tacto.

Las cámaras son reemplazadas por mis ojos y oídos. Pude aumentar lúmenes para percibir más. También, sentir el rápido descenso de temperatura de la noche, una brisa suave.

La primera sensación táctil seria fue la del “cuarto hombre” deteniéndome junto a la cancha y la de un tábano eléctrico cuando quise tirarme a celebrar con Casemiro.

“Viajé” en cámaras, percibí el sudor de algunos jugadores, sus hijueputazos e indicaciones y hasta viví patadas y empujones en simulación para ver qué tanto finjen dolor.

Viví el terror al sentirme otra vez en el limbo cuando el bajón de energía al final del primer tiempo cuando Brasil cobraba un tiro de esquina. “Me reinicié” en un eterno minuto.

El intermedio fue puro bombardeo de datos, como programa en la Matrix: voltios gastados y por gastar, estado cárdico, ácido láctico, posibles velocidades, estado anímico…

No recuerdo cuánto dato inútil para el espectador y tal vez útil para el apostador me hicieron darme cuenta de que tampoco es deseable tanta predicción.

Al evaluar, no puedo omitir que me sentí rey cuando estaba en posición de “pistiar” justo encima de la portería y cuando vi el miedo maloso entre la cabina del VAR.

Lo mejor, la posibilidad de hacer vívido zoom en 3D full paleta hacia quien quisiera, oír en tiempo real sus voces, ver sus gestos, sentir sus microangustias, alegrías y frustraciones.

¿Y el pero? ¡claro que lo hay! No es justo participar en estos experimentos a sabiendas de que, durante sus vidas, muchas personas no podrán disfrutarlos. Es decir, ustedes y yo.

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