Homenaje para Wbeimar Muñoz

Por: Julián Ochoa

Cuando una universidad de Barranquilla le dio hace un año el Doctorado Honoris Causa en Comunicaciones a Wbeimar Muñoz Ceballos, (de las de aquí no hay qué esperar), escribí esto para una publicación de periodistas:

Que nadie haya refutado lo de “una voz libre en el deporte” y lo de “el más técnico”, es un prodigio en un país de envidias. Pero más portento es la ironía que ambas frases encierran: qué voz libre va a ser esa que acalló un atracador y qué va a ser el más técnico alguien que no jugó y que no ha probado su éxito en la raya lateral dirigiendo equipos de fútbol.

Voz libre, y no por la forma como sale de su averiada garganta. Wbeimar se anduvo el mundo aprendiéndoles técnica vocal a los maestros de los grandes cantantes líricos, bregando a recomponer aquella melodiosa voz de locutor y narrador deportivo rota hace 40 años por el metal de un bandido.

El más técnico… pues sí. En la Asociación de Fútbol de Argentina debe haber un pupitre marcado con su nombre. Se ha hecho todos los cursos de fútbol y hace una maestría como técnico de un deporte que nunca jugó ni lo recordará como entrenador.

Mejor dicho, sabe de lo que habla, aunque su voz no sea bella. ¡Y sí que sabe! Tal vez por eso el contundente “Wbeimar lo dice”, el programa radial que hace 36 años realiza en su propia empresa, signifique la seriedad y garantía de la palabra, pero también el reto diario de sacar voz de donde se había ido.

El nombre Wbeimar, con esa escritura, parece nacer en él, tal vez como variación a Weimar, la ciudad alemana donde hicieron esa constitución de 1919. Como sea, ha dado homónimos a granel en homenaje a ese periodista a quien se le podrá controvertir, pero nunca dejar de creer en su erudición, fundamentos y honestidad de criterio.

A estas alturas, quiero renunciar a escribir de Wbeimar. Quiero dejar este encargo de la ACORD, de la que Muñoz fue presidente en los setenta y la misma entidad que hace una década creó y le repitió una distinción para exaltar su vida y su obra como el mejor del siglo pasado y de lo que va corrido de éste cuando sigue ganando premios nacionales e internacionales.

Y en este párrafo, en serio, ya no debo contar más, no tanto en respeto a él por tantas omisiones a sus méritos que no caben en un artículo de 3000 caracteres, sino por ustedes, los lectores de todas las generaciones que en sus más de 50 años de ejercicio han percibido más que yo de él.

Del magisterio periodístico y de señor mayor que siempre ha inspirado Wbeimar Muñoz Ceballos, yo exalto su vasta cultura, propia de los hechos a golpes de ilustración y tertulia, su constancia en los principios, su empresarismo y escuela de varias generaciones de buenos colegas, pero algo que me quiere llevar a las lágrimas me impide seguir.

Wbeimar recoge juguetes y gasta en juguetes para los niños y eso es de entrañas superiores. Hijo de una modista y de un sastre que también sufrió una disminución física y que la vida lo volvió un empobrecido dentista, el Wbeimar no tuvo niñez sino amorosas obligaciones y responsabilidades de hombrecito. Por eso tal vez se vuelve niño en cada uno de aquellos que recibe un juguete de sus manos, de su voz”.”

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