María Isabel Urrutia y una medalla de oro inolvidable

Por Mateo Arroyave Diaz – @Mateo__77

Agencia Informativa Acord Antioquia

El 20 de septiembre del año 2000, en territorio australiano, el deporte colombiano alcanzó uno de los logros más importantes de su historia gracias a la pesista María Isabel Urrutia y su obtención de la primera medalla de oro para el país en unos Juegos Olímpicos.

Viajó a Sídney utilizando parte de sus ahorros debido a la decisión tomada por Andrés Botero, presidente en ese entonces de Coldeportes (hoy Ministerio del Deporte), de reducir a la mitad el presupuesto para la preparación de los Juegos Olímpicos, ya que consideraba que Urrutia no era una verdadera candidata a hacer historia en las justas, a pesar de esto, la vallecaucana se encargó de poner, por primera vez en la historia, la bandera de Colombia en lo más alto de un escenario que acogía una competencia del certamen deportivo más importante del mundo.

La inolvidable hazaña empezó a forjarse a partir de las 10:30 p.m. hora local. La competencia de levantamiento de pesas en la rama femenina, con 11 participantes, que oscilaban entre los 69-75 kilogramos, tuvo que definirse por ítems de desempate. La ya mencionada María Isabel Urrutia, la nigeriana Ruth Ogbeifo y la china Yi Hang Kuo alcanzaron un total de 245 kilogramos en sus dos intentos; finalmente, la colombiana se hizo con la medalla de oro, ya que el primer ítem a tener en cuenta en estas situaciones, era otorgarle la victoria a la competidora con menos peso corporal.

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Así, contra todo pronóstico, la candelareña se convirtió en la primera atleta de nuestro país en ocupar el primer lugar en un podio de unos Juegos Olímpicos, logro más que meritorio y significativo tras los diferentes obstáculos que logró evadir a lo largo de su vida, siendo la situación económica uno de los principales; y uno de los más recientes antes de la gloria alcanzada en Australia, los cuatro estrictos meses de preparación junto a su preparador Gantcho Karouskov en Bulgaria, mentor que ella misma define como “un hombre cruel, duro, pero fue quien me llevó a la gloria. Era mi guía. Los últimos 30 días de concentración fueron difíciles. Peleamos, tuvimos desamores, pero el día de la competencia eso pasó al olvido. Si no hay exigencia en las pesas, no se puede triunfar”.

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